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“No sabes conectarte con mis necesidades emocionales como mujer”
Nunca había entendido por que las necesidades se.xuales de los hombres y
las mujeres son tan diferentes entre sí.
Nunca había entendido todo eso de Marte y Venus.
Y nunca había entendido por que los hombres piensan con la “cabeza“ y las mujeres con el “corazón”.
Una noche, la semana pasada, mi mujer y yo nos íbamos a la cama.
Bueno, empezamos a acariciarnos con el inevitable y picarón toqueteo mutuo.
Yo ya estaba en mi punto, listo para la acción.
Y es en ese preciso momento en que me dice:
“Mira…ahora no tengo ganas mi amor, tan solo quiero que me abraces” (Puta madre, no me jodas)
Yo dije: “¿¿¿QUE???“
Así que me dijo las palabras mágicas: “No sabes conectarte con mis necesidades emocionales como mujer”
Al final, asumí resignadamente que esa noche no follaba, así que me dormí como tienda de campaña.
A los dos días fuimos de compras al Corte Inglés. Yo la miraba mientras ella se probaba tres carísimos modelitos de vestido en Saks Fifth Avenue .
Como no podía decidirse por uno u otro, le dije que se llevara los tres. Entonces, emocionadísima y motivada por mis comprensivas palabras me dijo que necesitaba unos zapatos Kenneth Cole que hicieran juego, que costaban 200 euros el par, con que le contesté que me parecía perfecto.
Luego pasamos por la joyería, de donde salió con unos pendientes de diamantes Tiffany.
¡Estaba tan emocionada!.
Yo creo que pensó que yo me había vuelto loco, pero de todas maneras no le import mucho. Pienso que me estaba poniendo a prueba cuando me pidió un carísimo estuche de pinturas Elizabeth Arden de primerísima línea.
Bueno, me parece que rompí con todos sus esquemas mentales cuando le dije nuevamente que sí…
Después de todo esto… ¡¡¡deberían haber visto su cara!!.
Fue ahí cuando, con su mejor sonrisa, me dijo:
“Ven cariño, vamos a la caja a pagar”
Me costó mucho aguantarme la risa cuando le dije:
“No mi amor, creo que ahora no tengo ganas de comprar todo eso”
De verdad, ojalá le hubierais visto su cara, se quedó pálida cuando le dije:
“Tan solo quiero que me abraces”
En el momento en que su impresionante cara empezó a transformarse en pura furia y odio, simplemente añadí:
“No sabes conectar con mis necesidades financieras como hombre”.
Creo que no volveré a follar hasta mediados del 2012 pero…
las mujeres son tan diferentes entre sí.
Nunca había entendido todo eso de Marte y Venus.
Y nunca había entendido por que los hombres piensan con la “cabeza“ y las mujeres con el “corazón”.
Una noche, la semana pasada, mi mujer y yo nos íbamos a la cama.
Bueno, empezamos a acariciarnos con el inevitable y picarón toqueteo mutuo.
Yo ya estaba en mi punto, listo para la acción.
Y es en ese preciso momento en que me dice:
“Mira…ahora no tengo ganas mi amor, tan solo quiero que me abraces” (Puta madre, no me jodas)
Yo dije: “¿¿¿QUE???“
Así que me dijo las palabras mágicas: “No sabes conectarte con mis necesidades emocionales como mujer”
Al final, asumí resignadamente que esa noche no follaba, así que me dormí como tienda de campaña.
A los dos días fuimos de compras al Corte Inglés. Yo la miraba mientras ella se probaba tres carísimos modelitos de vestido en Saks Fifth Avenue .
Como no podía decidirse por uno u otro, le dije que se llevara los tres. Entonces, emocionadísima y motivada por mis comprensivas palabras me dijo que necesitaba unos zapatos Kenneth Cole que hicieran juego, que costaban 200 euros el par, con que le contesté que me parecía perfecto.
Luego pasamos por la joyería, de donde salió con unos pendientes de diamantes Tiffany.
¡Estaba tan emocionada!.
Yo creo que pensó que yo me había vuelto loco, pero de todas maneras no le import mucho. Pienso que me estaba poniendo a prueba cuando me pidió un carísimo estuche de pinturas Elizabeth Arden de primerísima línea.
Bueno, me parece que rompí con todos sus esquemas mentales cuando le dije nuevamente que sí…
Después de todo esto… ¡¡¡deberían haber visto su cara!!.
Fue ahí cuando, con su mejor sonrisa, me dijo:
“Ven cariño, vamos a la caja a pagar”
Me costó mucho aguantarme la risa cuando le dije:
“No mi amor, creo que ahora no tengo ganas de comprar todo eso”
De verdad, ojalá le hubierais visto su cara, se quedó pálida cuando le dije:
“Tan solo quiero que me abraces”
En el momento en que su impresionante cara empezó a transformarse en pura furia y odio, simplemente añadí:
“No sabes conectar con mis necesidades financieras como hombre”.
Creo que no volveré a follar hasta mediados del 2012 pero…
Qué es quedarse a gusto?
Si señores y señoritas.
¿Qué entendemos por “quedarse a gusto”?
No, no nos llevemos a error.
Quedarse a gusto no es esa sensación placentera que invade tu cerebro cuando después de realizar una abundante micción, respiras hondo y al recolocar tu ropa y, pasado ese temblorcillo que se asemeja a un perfecto remate de cabeza, te das cuenta que has llevado a cabo esa acción en la cara de tu jefe.
No, quedarse a gusto no es eso.
Quedarse a gusto no es esa sensación placentera que invade tu cerebro cuando, tumbado sobre la cama, totalmente desnudo y exhausto, enciendes un cigarrillo y una voz femenina con el aliento justo te dice: “eres el depredador más salvaje con el que me he cruzado nunca” y en ese momento te giras y ves que la autora de la frase es Eva Mendes. (versión para ellos).
Quedarse a gusto no es esa sensación placentera que invade tu cerebro cuando, tumbada sobre la cama, totalmente desnuda y exhausta, enciendes un cigarrillo y una voz masculina con el aliento justo te dice: “eres el depredador más salvaje con el que me he cruzado nunca” y en ese momento te giras y ves que el autor de la frase es el Director. (versión para ellas).
No, quedarse a gusto no es eso.
Quedarse a gusto no es esa sensación placentera que invade tu cerebro cuando, después de un mal día, en el que tu jefe te ha chillado a las 8:00 AM para reclamarte unos informes que nunca te pidió, en el que has debido pedir ayuda a un niño de 5 años para que, con su bracito pequeñito y tu cogiéndole por los tobillitos, te ayudara a recuperar las llaves del coche que previamente se te han caído a la alcantarilla que quedaba justo debajo de la puerta de tu coche, y una señora se te ha colado en la cola del super con el carro hasta los topes, cuando después de 27 minutos de cola para pagar un estuche de chicles sabor melón que le has prometido como recompensa al niño de la alcantarilla, la cajera ha pronunciado la ansiada frase de “pasen por la caja de al lado que va a abrir ahora”, y en el que has tenido que andar más de 40 minutos cargado con todos los archivos para los informes de tu puto jefe, puesto que la puta grua se ha llevado tu puto coche al exceder el tiempo de la puta zona azul en la que habías aparcado mientras hacías cola en el puto super para comprarle al puto niño los putos chicles sabor melón que le habías prometido por recuperar las putas llaves de tu coche de la puta alcantarilla, y te han multado en la A-2 a la altura de Molins de Rei por circular a 87 km/h a las 12 de la noche de un martes, y un puto chorizo te ha esperado agazapado en la oscuridad de tu portal para atracarte, y en un acceso de ira le has propinado cientos de puñetazos, rayos y relámpagos y al abandonar tu portal arrastrándose y pidiendo disculpas, has comprobado que el chorizo lleva una camiseta de Cristiano Ronaldo.
No, quedarse a gusto no es eso.
Quedarse a gusto es esa sensación placentera que invade tu cerebro cuando, después de una larga semana, llega el domingo a las 22h, te plantas en tu sofá preferido y escuchas durante dos horas un programa cómo el que el pasado domingo perpetraron los habitantes del hotel con más groove de las ondas, Hotel Blues.
Y este domingo, ¿te vas a quedar a gusto?
Hans.
¿Qué entendemos por “quedarse a gusto”?
No, no nos llevemos a error.
Quedarse a gusto no es esa sensación placentera que invade tu cerebro cuando después de realizar una abundante micción, respiras hondo y al recolocar tu ropa y, pasado ese temblorcillo que se asemeja a un perfecto remate de cabeza, te das cuenta que has llevado a cabo esa acción en la cara de tu jefe.
No, quedarse a gusto no es eso.
Quedarse a gusto no es esa sensación placentera que invade tu cerebro cuando, tumbado sobre la cama, totalmente desnudo y exhausto, enciendes un cigarrillo y una voz femenina con el aliento justo te dice: “eres el depredador más salvaje con el que me he cruzado nunca” y en ese momento te giras y ves que la autora de la frase es Eva Mendes. (versión para ellos).
Quedarse a gusto no es esa sensación placentera que invade tu cerebro cuando, tumbada sobre la cama, totalmente desnuda y exhausta, enciendes un cigarrillo y una voz masculina con el aliento justo te dice: “eres el depredador más salvaje con el que me he cruzado nunca” y en ese momento te giras y ves que el autor de la frase es el Director. (versión para ellas).
No, quedarse a gusto no es eso.
Quedarse a gusto no es esa sensación placentera que invade tu cerebro cuando, después de un mal día, en el que tu jefe te ha chillado a las 8:00 AM para reclamarte unos informes que nunca te pidió, en el que has debido pedir ayuda a un niño de 5 años para que, con su bracito pequeñito y tu cogiéndole por los tobillitos, te ayudara a recuperar las llaves del coche que previamente se te han caído a la alcantarilla que quedaba justo debajo de la puerta de tu coche, y una señora se te ha colado en la cola del super con el carro hasta los topes, cuando después de 27 minutos de cola para pagar un estuche de chicles sabor melón que le has prometido como recompensa al niño de la alcantarilla, la cajera ha pronunciado la ansiada frase de “pasen por la caja de al lado que va a abrir ahora”, y en el que has tenido que andar más de 40 minutos cargado con todos los archivos para los informes de tu puto jefe, puesto que la puta grua se ha llevado tu puto coche al exceder el tiempo de la puta zona azul en la que habías aparcado mientras hacías cola en el puto super para comprarle al puto niño los putos chicles sabor melón que le habías prometido por recuperar las putas llaves de tu coche de la puta alcantarilla, y te han multado en la A-2 a la altura de Molins de Rei por circular a 87 km/h a las 12 de la noche de un martes, y un puto chorizo te ha esperado agazapado en la oscuridad de tu portal para atracarte, y en un acceso de ira le has propinado cientos de puñetazos, rayos y relámpagos y al abandonar tu portal arrastrándose y pidiendo disculpas, has comprobado que el chorizo lleva una camiseta de Cristiano Ronaldo.
No, quedarse a gusto no es eso.
Quedarse a gusto es esa sensación placentera que invade tu cerebro cuando, después de una larga semana, llega el domingo a las 22h, te plantas en tu sofá preferido y escuchas durante dos horas un programa cómo el que el pasado domingo perpetraron los habitantes del hotel con más groove de las ondas, Hotel Blues.
Y este domingo, ¿te vas a quedar a gusto?
Hans.
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